Vengo de desprenderme de tus brazos, maniatado y amordazado, señora mía.
Hoy he querido gritar, abrir las ventanas y decirle al mundo que eres tú.
Razón suficiente para conservar días vacíos en la simple espera de llenarlos de ti. Sin embargo los postigos de las ventanas se resisten, tapían mi voz y mi voluntad.
Lejos de la tristeza, Inés, está la sonrisa con la que me recibes, y más lejos aún las sensaciones que con la punta de los dedos causas en mi piel.
¿Qué somos? ¿quién eres? y ¿quién soy?, son las vagas preguntas que cualquier caminante de pelo corto nos haría, no hay más, nada que unos ojos castaños, o azules tal vez, puedan ver, solo aquello que le queramos mostrar.
Yo sé lo que somos, fuego puro que funde distancias y ausencias, amor en estado puro, virgen que solo tú y yo hemos tocado.
Eres... el paraíso mio que en tu cuerpo vive, la pasión de mis días... eres, amada Inés, mi vida.
Soy, lo que soy cuando estoy contigo y lo que se queda cuando te vas, un hombre hecho entre tus manos.
Traigo aún, tu sabor en los labios y el sonido de tu voz acompasando latidos.
Siempre tuyo, Víctor.
Quizás nunca sea el amor más ardiente que en el instante del recuerdo.
ResponderEliminarEntre las líneas de vuestra correspondencia la pasión cobra otro sentido.
Un placer,
Hay sensaciones que se mantienen en nuestros recuerdos y en nuestros labios saboreandolos una y otra vez.
ResponderEliminarBesos.
Lunna.
P.D. Gracias por tus letras.