... una vez aquí... deja que tus sueños... igual que los mios, se conviertan en realidad... porque un día mis manos soñaron con rozar las suyas, y las rozaron... un día soñé con que vendría a mi... y vino...


Desgraciado quien no haya amado más que cuerpos, formas y apariencias. La muerte le arrebatará todo. Procurad amar las almas y un día las volverás a encontrar.

Victor Hugo.(1802-1885)




Carta I



Mi amada señora:

Vuelvo a perderme entre los últimos suspiros, preso de caricias y sentires. Es hoy, cuando después de días de espera, escucho sus pasos aproximándose a mi, tras la huida postrera, en la que me dejó el aroma de su piel impregnado la mía, llenando mi cama de perfumes capaces de hacerme enloquecer.

Con el vaivén de sus caderas apoderándose de la tirantez de mi piernas, boca en mi boca llena de labios, de lengua que me atrapa, armonía perfecta de cada uno de sus movimientos amarrada a la rigidez de mi espalda, tensa de placeres desbocados, cubierta de la saliva que usted distribuye con el pincel de su boca, suavizando el cincel de cada uno de sus dedos moldeando mi espalda.

Señora mía, repaso una y otra vez mi rostro, mis ojos, queriéndolos despertar estando despiertos, mientras un ciento de escalofríos recorren mi cuerpo al compás de su recuerdo.

Recuerdo cuando, cual felina domada, coló sus manos en mi camisa, desatando tempestades dormidas que se derramaran sobre usted. El olor que emana de su sexo revolucionando mis sentidos, agita hasta el último poro de mi piel, se hace dueño de lo que soy rebosando mi báculo y transformando mi serenidad en el grito de la fiera.

Así, descontrolando mi mundo, se acerca y se aleja, impidiéndome comprobar, si cuan quimera, es usted mi sueño hecho realidad a vuelcos de corazón y placeres. Locura serena del que espera.


Señora, le envío mis manos, las mismas que tejieron con su pelo, el velo que hoy me cubre, las mismas que encontraron el camino de su valle paseando lentas hasta hacerlo brotar. Ellas, que se aferraron a sus pechos mientras mi lengua cadenciosa lamía surcos y salientes. Son suyas, porque mientras las tenga, no podré hacer otra cosa que recordarle.

Así, me despido una vez con la firme promesa de volver a perderme en usted con la cercanía que solo la realidad consiente, llenando su cuerpo de los pasajes más hermosos que mi pluma logre dar de si.


Sigan siendo usted dueña de cada una de estas letras, mías siempre suyas.

Suyo, Víctor.

A Mi Divina Fantasía.

2 comentarios:

  1. cuantos soñamos...sentimos amor por quien deseamos y creemos que jamas podra concretarse...pero aun asi,seguimos soñando...
    encantada de leerte!!!

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